miércoles, 19 de mayo de 2010

De primera a segunda...

Como cada domingo allí me encontraba. Como una rutina, preparaba los bocadillos, me colocaba esa camiseta y aquella bufanda, con los mismos colores, con el mismo escudo.

Entraba en el estadio, repleto de gente, un lugar donde había gritado, aplaudido, reído,...

Estoy preparado, mi garganta ya tiene ganas de ponerse a prueba y mis manos piden chocar con fuerza.

Y un pitido hace que todo eso comience.

Observo que la gente de mi alrededor tiene la misma cara que yo: una sonrisa nerviosa, y los ojos bien abiertos.

Sé lo que nos jugamos y sin embargo, sigo con esa ilusión.

Ilusión que provoca que el ritmo de las voces vayan al unísono, que todas nuestras palmas sean escuchadas por todo el escenario.

Un color que no es el nuestro es el que tiene el dominio del esférico.

Ya no se oyen palmas ni cantos.

Se escuchan pitos, un sonido con rabia con inquietud. Con la intencionalidad de colocar nerviosos al contrario.

Y otra vez, nuestro escudo tiene que colocar esa pelota en el centro de todos.

Sé que las once personas que van vestidos con los mismos colores que yo, nos necesitan. Por ello, comienzo de nuevo el mismo ritual, pero con más fuerza. Una y otra vez, sin parar.

De nuevo, consiguen llegar al fondo de esa red.

Sabemos que ya nada podemos hacer, y sin embargo, no bajamos los brazos, aunque no haya voz. Seguimos luchando, como nuestros jugadores, por conseguirlo.

No lo logramos, un pitido, que duele, provoca que todos nos quedemos callados.

Era el final. Un final que no era el esperado. Sabemos que nuestro sueño se ha marchado.

Hemos luchado con fuerza, con rabia, con ilusión…y hemos perdido.

El año que viene ya no estaremos. Nos han mandado a jugar a otro lugar

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